A los responsables
Hay que
verlos parándose a lo largo de los siglos
sobre los
cadáveres por ellos generados,
oprimiendo
con los pies impunes la tierra robada.
Hay que
verlos con los ojos bien abiertos,
con todo el
cuerpo insomne por la falta de aire
y llorarles a
furias vivas
y gritarles
con todo el caudal.
Hay que
verlos a lo largo de la historia
esclavizando
pueblos,
asesinando
próceres de carne y tierra,
reprimiendo
trabajadores;
avanzando
feroces sobre el siglo XIX.
Hay que
verlos doblegando a todo lo largo del 1900,
desmantelando
vida con sus topadoras,
desapareciendo
pueblos enteros.
Hay que
verlos festejando en cada paso
por las
guerras mundiales y las otras,
esas que no
gozan de la publicidad
por ser las
más impunes,
las que
atacaron sin que haya un enemigo al frente.
Hay que
verlos escribiendo la memoria
en nuestros
libros oficiales;
diciendo “ni
vencedores ni vencidos”
mientras en
la lastimada Plaza de Mayo
continúan
ardiendo los cuerpos niños
en ese micro
escolar.
Hay que
verlos con los ojos llenos,
lúcidos e
impávidos,
excusando
muertes,
hablando de
crecimiento productivo sostenido
mientras se
crían generaciones de desnutridos.
Hay que
verlos hundiendo los dientes
en el único
plato de comida
de una
familia campesina en el cañaveral.
No hay que
olvidarlos nunca
imprimiendo
su firma
en cada
cuerpo de 10 años que se desmorona
en sus minas
y sus campos.
Hay que
verlos con sus babas surcándoles los labios
imponiendo
créditos a los países más pobres,
pactando con
las fauces criollas; mediocres, ineptas.
Hay que
verlos envolviéndolo todo
con la
Doctrina de Perversidad Nacional.
No hay que
olvidarlos nunca
largando a
todos sus cóndores adoctrinados
para
ennegrecernos el cielo latinoamericano.
No hay que
olvidarnos, nunca
de los
hombres que con la mano en alto
les abrieron
nuestras fronteras.
No hay que
olvidar nunca
que a
nosotros, clase media,
(las
corporaciones) nos ‘prestan un servicio’
a costa del
azote indiscriminado de los menos pudientes;
esos que
están por fuera de los cálculos de producción
porque jamás
podrán comprar los productos
de la
industrialización que los cercenó.
Hay que
verlos,
dando vuelta
la página de nuestra historia.
Hay que
verlos con todo el odio en los ojos,
discriminando
por raza, color,
por
enfermedad, credo y nacionalidad.
Hay que
verlos condenando a la marginalidad
a los que se
animan a decir NO,
a los que
eligen otra opción,
otra forma de
amor y de vivir.
Hay que
verlos como imponen norma
disfrazándola
de normalidad;
imponiendo
intolerancia e insensibilidad social
a través de
la tv.
Hay que
verlos
manipulando
generaciones de futuros padres
sobre cómo
educar, dictaminando lo malo y lo sano.
No hay que dejar nunca de mirarlos
se esconden
en el ‘sentido común’,
en la falacia
de que todo lo distinto
es un enemigo
a erradicar.
Hay que
verlos brindando por las ganancias millonarias
cada fin de
año,
contando esa
plata sucia robada a los miles
que en los
rincones y hospitales del mundo
no paran de
morir de hambre y frío,
aquejados de
HIV, fiebre y chagas,
sed y
sarampión.
No hay que
olvidarlos nunca
tapándonos
los nombres de los mártires de barro
Debemos
verlos
con los ojos
inyectados en justicia y reivindicación.
No hay que
olvidarlos nunca
engolosinándonos
los días,
corriéndonos
de eje,
dispersándonos
en góndolas de cotillón.
Su
adoctrinamiento no es sectario,
no respeta
formas ni fronteras.
No hay que
olvidarlos nunca
llenándonos
de olvido, de prisión;
encapsulándonos
en nuestra comodidad
de sillón,
pop-corn y LCD.
A los que el
hambre no nos corre,
es nuestro
deber, más aún.
Perder el
tiempo a lo bobo
no es ocio,
es criminal.
Dedicar
nuestro oficio a los caminos floreados
no es ocio,
es criminal.
No hay que
olvidarlos,
ni dejarlos
de ver.
A los
responsables, nunca,
ni olvido ni
perdón.
Escrito en
Libertador, el 21 de febrero del 2011,
en memoria de
la lucha viva de su pueblo.
Este texto cierra el testimonio Foto - Gráfico Norte Profundo.
Para descargar la versión digital o encargar el libro, pueden escribirnos a: norteprofundo@gmail.com
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A los que en cualquier espacio luchan por causas urgentes,
a los que en su vida diaria denuncian con la palabra y la acción,
a los verdugos y a las víctimas, a los que elijen ignorar
a los que duermen, a los que le temen a la realidad
y se inventan un lugar más apacible,
a los que, enérgicos, interpretan y proclaman otra verdad,
a los que están en la búsqueda
a los amigos y personas que admiro en su cotidiano,
y a esa infinidad de hombres y mujeres del mundo
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